sábado, 28 de febrero de 2009

El mar también tiene fin. Cap. 4+5

Capítulo 4:

Corrímos por numerosas calles. Él me tenía cogida del brazo e iba delante mio. Su pelo se movía al ritmo del viento y desprendía un dulce y agradable aroma, un olor que nunca he podido olvidar. Me pasé todo el tiempo contemplandolo a él mientras mis pasos segían los suyos, como una sombra sigue a su portador.

Llegamos al centro de Shibuya y él se paró. Yo apenas visitaba Shibuya, era todo muy caro y demasiado escandaloso para mí. Tampoco solía mirar los anuncios que cubrían la fachada del 109 o que pintaban las calles de ese enorme barrio. Yo siempre iba a mi mundo y nunca hacía caso a casi nada.

De pronto pasó su brazo alrededor de mi hombro y haciendome poner a su lado dijo con la voz entrecortada por el esfuerzo de correr tanto:

- Mira…ahí arriba….en el…109.

Miré y mi corazón se paro y se derrumbó. Había un enorme cartel de un tono anaranjado con seis hombres en él. Los reconocía perfectamente a todos a pesar de que la mayoría llevaban distinto el pelo al que yo recordaba. Pero, sin duda, el que conocía más era el que permanecía en el centro, con una mirada penetrante y una elegáncia increíble. Era él, era la persona que tenía justamente al lado, jadeando bruscamente.

Cuando ya tube suficiente aparté la mirada y, sin querer, la vista se me nubló. Estaba llorando. Aparté de un golpe su brazo de mi hombro y dije entre sollozos: “Lo siento…”. Me fuí corriendo.

Él no me siguió, se quedó allí, parado. Nunca supe que es lo que pensó en ese mismo instante. Quizás me odiase, quizás se entristeciera, quizás le diese igual.

Sin darme cuenta llegué a uno de los sitios que más me gustaban de Tokyo. Era un sito grande que daba al mar. Me aferré a los barrotes que separaban la tierra del mar y lloré, lloré hasta que mi cuerpo no pudo producir ni una gota más de agua salada. En ese momento me mareé y caí al suelo. No tenía ganas de caminar más ni de ver a nadie. Solo quería estar ahí o desaparecer. Convertirme en agua y bailar con el mar.

Todo ese tiempo que estube en el suelo pensé. No entendía por qué mi cuerpo reaccionó así al ver esa imagen. No era normal. Nunca había actuado de esa manera, nunca había sentido nada de esa manera. Ese chico tenía algo, tenía algo que hacía que todos los sentidos de mi cuerpo se revolucionaran y no respondieran a mis deseos. Ese chico me estaba envíando a un mundo de locura interminable e incontrolable.

Me estiré en el suelo y miré las estrellas. Parecía que esa noche brillaran más. En ese momento creo que entendí algo de lo que me había pasado esa noche. Comprobar que, efectivamente, ese chico era famoso, comprobar que seguramente millones de chicas matarían por él me hizo sentir insignificante. Pensé que seguramente era un mero objeto de ese chico, una chica más con la que jugar. Seguramente esas palabras que me dijo en el bar las había dicho a numerosas chicas antes de mí. Seguramente yo no significaba nada para él. No podía evitar pensar en todo esto a pesar que algo dentro de mí, quizás el corazón, me decía que estaba equibocada, aunque los otros pensamientos eran tan fuertes que no le hice caso.

CAPÍTULO 5:

Abrí los ojos, una gran luz me hizo daño y los volví a cerrar. Cuando estube dispuesta a abrirlos contemplé el sitio donde estaba. Las paredes estaban pintadas de blanco y había pocos muebles. Me dispuse a levantarme pero un tubo me hizo volver a estirar. Era un tubo que iba de mi cabeza a mi nariz. Miré arriba y pude ver que, efectivamente, estaban ayudándome a respirar con una máquina. Estaba en un hospital.

Miré hacia un lado, había una ventana y el sol traspasaba los cristales para iluminar toda la habitación. Miré hacia el otro lado y mi corazón saltó de mi cuerpo.

Él, el chico que estaba haciendo de mi vida una locura, estaba reposando su cabeza encima de mi cama. Estaba sentado en un sillón puesto a mi lado y dormía plácidamente con una cara realmente hermosa. Me fijé en la puerta y ví que había dos hombres vestidos de negro que vigilaban la puerta desde fuera. La puerta estaba cerrada pero en la parte de arriba había una pequeña ventana por donde podía distinguir sus hombros y sus cabezas.

Volví a mirarlo a él. Mi manó recorrió toda la sábana hasta llegar a su mejilla. Lo acaricié, tenía la piel muy suave. Yo no quería que fuera cierto pero, en ese momento, en ese mismo instante, confié en mí corazón y le dí una oportunidad a ese chico. “Quizás no sea tan malo como pienso. Quizás sus palabras sean ciertas y realmente no quiere jugar conmigo” pensé.

Me quede mirandolo y una sonrisa se dibujó en mi cara.Él se despertó y rápidamente cerré mis ojos. No quería que él supiera que lo había estado mirando.

Noté como sonreía y me acariciaba el pelo. Mí corazón latía tan fuerte que tenía miedo que él lo oyese. Oí como se levantaba y como me apartaba hacia un lado de la cama. De repenté la cama hizo un movimiento y supe que él se había estirado justamente a mí lado. No sabía si abrir los ojos o seguir fingiendo que dormía. Antes de que yo pudiera reaccionar cogió mi cabeza muy cuidadosamente y la posó sobre su pecho. Oía su corazón, “Bum, Bum” parecía que su corazón me cantase una nana. Mis sentidos estaban a punto de hacer una locura así que decidí abrir los ojos. El lo notó y dijo: “Buenos días”.

Aparté mi cabeza de su pecho y lo miré. Estaba sonriendo y mirándome fijamente. Le respondí “Buenos días”.

Me quedé mirando la pared de enfrente y cuando tube suficiente oxígeno y mis sentidos se calmaron pude hablar:

- ¿Qué es lo que me ha pasado?

- Estube buscándote horas, estaba muy preocupado por tí. Mira que eres estúpida por ir llorando por las calles de Tokyo durante la noche. No quiero ni imaginar lo que hubieran hecho esos hombres si no llego a tiempo…

En ese momento su cara angelical hizo una mueca de rábia. Antes no me había dado cuenta pero observé que tenía pequeños moratones en las manos y una pequeña herida en el labio.

- Tú… ¿qué es lo que has hecho? ¿Qué es lo que ha pasado? No recuerdo nada!

- Te dormiste en el suelo y unos hombres te hicieron quedar inconsciente con una gasa bañada en alcohol….Ellos querían…querían…esos hijos de puta…

Mi vista se empezó a nublar de nuevo, él se dio cuenta y estiro su brazó. Me apretó contra su pecho y pude oír su corazón alterado.

- Tranquila, no te hicieron nada. Llegué a tiempo y por suerte estaban borrachos y no me costó demasiado acabar con ellos. Te recogí del suelo y te lleve hasta este hospital. Si no hubiese llegado a tiempo…joder, no me lo hubiera perdonado en mi vida!

- ¿Por qué…por qué haces todo esto?...- Dije entre sollozos-.

- Si quieres que te sea sincero…no lo sé. Mi cuerpo es el que manda sobre mí. Hay un imán, un vínculo que hace que no quiera separarme de ti.

- Pero si apenas me conoces…Eres un chico que podría tener a todas las mujeres que quisiera bajo sus pies. ¿Por qué me has escogido a mí? ¿Por qué quieres hacerme tanto daño?

Dejó de abrazarme y aguantó mis hombros con sus manos, me miró fijamente.

- Yo no quiero hacerte daño joder!- dijo un poco alterado- Ya te lo dije en una ocasión. Tú me tratas como nadie lo ha hecho antes. Desde la primera vez que te ví, esa tarde en Harajuku, desde la primera vez que nuestros ojos se cruzaron, desde la primera vez que me hablaste enfadada…No puedo quitarme tu imagen de mi cabeza. Eres una bruta, una borde y un poco tonta e ignorante. No me puedo creer que me haya fijado en una chica como tú.

- Eres un…- En ese momento no pude hablar más. Las lágrimas recorrían todo mi rostro-.

Pasé mis brazos alrededor suyo y lo abracé. Lo abracé con todas mis fuerzas. Quería que el tiempo se parara, en ese momento no me habría importado morir, por lo menos hubiera muerto en paz y feliz.

Ahora lo entendía todo, lo amaba, lo amaba como no había amado a nadie jamás. Era un prepotente, un antipático y un brusco. Otras veces era amable, tierno y protector. Me gustaba, me había enamorado de un verdadero inútil, pero lo quería, lo quería tal como él era, lo quería por como me trataba y por todo lo que me hacía sentir.

Sus ojos, su mirada, su olor, su voz, su cuerpo, su suavidad, los latidos de su corazón, todo. Mí cuerpo no podía vivir sin todo lo que él desprendía.

Aún ahora te agradezco que hayas aparecido en mi vida y creo que lo voy a hacer siempre.

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