sábado, 28 de febrero de 2009

El mar también tiene fin. Cap. 14+15

CAPÍTULO 14:

El ruído de unas llaves cayéndo al suelo fué todo lo que se escuchó en ése momento.

Notaba como una mírada estaba clavada en mi espalda y en Jin, que estaba durmiendo en el suelo, casi desnudo. Sabía perfectamente quién era la persona que acababa de abrir la puerta y sabía perfectamente lo que estaría pensando.

Respiré hondo y, con la camisa aún abierta, me giré.

Efectivamente, era él. La expresión de su cara era indescriptible. Tenía los ojos un poco hinchados, supongo que de estar aguantando las lágrimas para no romper a llorar, y tenía la boca abierta intentando pronunciar algunas palabras que no le salían.

- ¿…Lil, tu….tu…?- logró decir-.

Un ruído cortó la pregunta de Kame y noté como un brazo, de tacto frío, se posaba en mi hombro. Jin se había despertado. Hizo un gran bostezo y clavó su mirada en Kamenashi.

-…Vaya, mira a quien tenemos por aquí…- Dijo Jin con una sonrisa un poco pícara-.

Yo ignoré ese comentario. Mi mirada estaba fijada en Kame, en su expresión o, mejor dicho, en su inexpresión. Dentro de mí había un descontrol enorme. Por una parte miraba a Kame y todo era odio en mí. Por otra…notaba como, a pesar de todo, le seguía amando y me sentía culpable por el hecho de que me viera en esa situación.

Me abroché la camisa y recogí mi bolso. Le dí un beso en la mejilla a Jin.

- Ya nos veremos…grácias por todo…- Me despedí de él-.

Kamenashi estaba plantado en la puerta. Clavé mis ojos en los suyos por un momento y pude ver como una lágrima estaba recorriendo su mejilla izquierda. Bajé la mirada y pasé por su lado, deteníendome una décima de segundo cuando lo tube al lado, pero sin girarme ni mirarlo ni una sola vez.

En el momento de pasar por su lado muchas imágenes me vinieron a la cabeza. Todas ellas eran imágenes que me traían grandes recuerdos, desde la primera vez que nos vímos esa tarde en Harajuku, el enorme cartel de KAT-TUN en el 109, el hospital, el edificio de Johnny’s Entertainment, el PV, la playa, el mar, el amanecer…hasta esa misma tarde en Shibuya, con Koizumi. Era como si todos los recuerdos que tuviera con él se transformaran en una película y pasaran por mí cabeza. Dicen que cuando estas a punto de morir ves la história de tu vida, esta era una situación parecida, pero con la diferéncia de que la única cosa que se moría entre nosotros dos era nuestra realación, nuestro vínculo.

Me marché, y solo un tiempo después pude saber lo que hicieron esos dos en mi auséncia.

CAPÍTULO 15:

Llegué a casa y pude ver que ya no había ningún hombre de negro vigilando mi puerta. Definitivamente, todo había acabado.

Dejé las llaves en el lugar de siempre y me dejé derrumbar en el suelo. Mis ojos no podían aguantar más y rompí a llorar como nunca antes había hecho en mi vida. En cada lágrima que desprendían mis ojos una imagen de Kame moría con ella.

Cuando ya no pude llorar más y mi respiración se centró un poco fui a estirarme en la cama. Me dí un golpe con el pié en la mesilla de noche y un cajón se abrió un poco. Fijé mi mirada dentro del cajón y ví una cosa de la cual me había olvidado todo este tiempo. Ví una cajita, una cajita que recordé que dentro guardaba un anillo, un anillo que pertenecía a...Kamenashi Kazuya.

Me arrodillé delante del cajón y recogí la cajita. Una última lágrima recorrió mi mejilla izquierda. Abrí la cajita y allí estaba el anillo, intacto. Aún relucía a pesar de estar en una habitación con poca iluminación. Yo…no tenía porque tener ese anillo.

Me levanté y cogí un trozo de papel y un lápiz. Me dispuse a escribir una corta pero contundente nota:

“Este anillo es nuestro vínculo.

Fue la primera cosa que tube de tí.

Ahora el vínculo se rompe y el anillo vuelve a su lugar de origen.

Ya no se puede hacer nada,

Esto es el punto sin retorno.

Yo…”

Una lágrima ensució el papel sin dejarme acabar. Sin embargo, aunque apenas se podía leer puse lo que realmente sentía en ese momento:

“(…) Yo… te he amado.

Y…aún lo hago.

Lil.”

Doblé el papel y lo puse dentro de la cajita junto al anillo. Cogí una cinta roja que me regaló hace tiempo Kamenashi diciéndome que era la cinta roja del amor, una cinta que nos unía a los dos a través de nuestros meñiques. Me puse el abrigo y salí.

Era una noche fría y las estrellas brillaban como nunca. Antes de ir la casa de Kamenashi para darle el anillo y la nota decidí irme al sitio que más me gusta de todos, el mismo sitio donde me estubieron a punto de violar pero que yo no lo dejé de amar nunca.

Seguía siendo un lugar solitario, y eso me gustaba. El sonido de las olas era fuerte y me agarré a los barrotes que separaban la tierra del mar para que pequeñas gotas mojaran mi cara al chocar las olas contra la pared de separación entre el mar y el suelo.

Puse mi mano en el bolsillo del abrigo y saqué la cinta roja. La agarré fuerte y estiré mi brazo hacia el mar. Poco a poco empecé a abrir mi mano y la cinta cada vez estaba más libre. Finalmente el viento separó mi mano de la cinta y ésta se fué dibujando bellos movimientos en el aire. Cada vez que veía la cinta más lejos notaba que Kamenashi se iba con ella. Cuando la cinta desapareció en la oscuridad de la noche mi corazón se paró.

Como había puesto en la nota, ya no había marcha atrás. Me giré dejando a mis espaldas toda una parte de mi vida y me dirigí a la casa de Kamenashi Kazuya.

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